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Cultura
Arrabal: «Me entristece la confusión»
El dramaturgo melillense abrió ayer en el Aula de Cultura de la CAM el ciclo 'Los libros y su extraordinario mundo', en homenaje a Victorino Polo
GONTZAL DÍEZ/MURCIA
TODOS SON ARRABAL. Fernando Arrabal con su peculiar Lección de Anatomía. / VICENTE VICENS/AGM
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EL LIBRO
Título: Diccionario Pánico.Autor: Fernando Arrabal.Editorial: Libros del Innombrable.Paginas: 525.
El heraldo de embajadores poéticos, el profesor Victorino Polo, sigue celebrando su jubilosa jubilación. Ayer, de la mano de Fernando Arrabal, ajedrecista, dramaturgo, novelista, polemista, iconoclasta y patafísico -«trascendente sátrapa»-, presentó el segundo round de los Encuentros con la Cultura, dedicados en esta ocasión a Los libros y su extraordinario mundo. «Joya del mundo académico mundial», le llamó el autor de El cementerio de automóviles al catedrático murciano. Y entre portentosos textos y escribidores-visitadores aliados del asombro se desarrolla esta nueva cita. Un descubrimiento: Arrabal es un CSI de la poesía, un científico global capaz de hallar huellas dactilares de un verso en el bolsillo de un cadáver momificado, en un alfil derrotado, en el regalo presidencial de Nicolas Sarkozy a su esposa (el quinto movimiento de la Suite Española de Albéniz) o en el mismo Albéniz («un niño prodigio como yo, pero un poco más bajito»). Quizá por ello Fernando Arrabal lucía, ufano, una camisa negra con un clon de la Lección de Anatomía de Rembrandt (obra de la pintora francesa Christelle Jacob) en el que todos, cirujanos y difunto, tienen la cara de Arrabal.Otro descubrimiento: la conversación de Arrabal es lo más parecido a una partida simultánea de ajedrez en la que Arrabal juega contra otros cincuenta Arrabales con movimientos veloces y precisos -en ocasiones incomprensibles- de vocales y peones.Así, la charla -o lo que sea- incluye a Homero y su directo descendiente contemporáneo: el matemático Grigori Perelman, Euclides, la actual ministra de Cultura: «Mi novia republicana», una ex ministra de Cultura que no sabe quién es Michel Houellebecq, pero que «es muy simpática y me invitó a cenar en París», a los objetos fractales o el mundo de los blog. Dice Arrabal que Perelman, la última Medalla Fields, el Nobel de las Matemáticas, dijo que nunca será «un perrito faldero». Y desde luego Arrabal, que según sus palabras es «un poco famoso y completamente desconocido», poco tiene también de doméstico y saltarín animal de compañía.«Alfred Nobel, que tanta pasión sentía por el ajedrez, las matemáticas y la filosofía no concedió ningún premio a esas disciplinas y eso es un misterio insoldable», dice Arrabal con cara de asombro -pone unas asombrosas caras de asombro-. Arrabal, que ama la precisión «y su variante: la confusión», se siente dichoso de que Perelman rechazase los 19.000 dólares de la medalla Fields y el millón de dólares que le otorgó la Universidad de Clay. ¿Por qué se siente dichoso? No está claro. El caso es que Arrabal afirma que él descubrirá -«estoy seguro»- la solución a uno de los siete enigmas matemáticos del siglo. «Yo no he sido matemático porque pensé que el jurado que a los diez años me concedió el premio de superdotado era cómplice de la condena a muerte de mi padre», asevera.Viaje a BenidormEl caso es que Arrabal está feliz porque se marcha a Benidorm. Nada que ver con sol y paella. El motivo: encontrase allí con Houellebecq, que está rodando La posibilidad de una isla, película en la que Arrabal tiene reservado el papel de Emperador, «Rey del Mundo, que es un puro cubano que se fuma en diez minutos». En fin, que Arrabal asegura que La posibilidad de una isla es la mejor novela del mileno, «algo que es muy sencillo porque sólo llevamos siete años y ni Kundera ni yo hemos escrito aún una novela en este milenio». Arrabal dice, de pronto, que hay gente empeñada en vestirle de «estrafalario», algo que es «totalmente falso» porque «yo soy un emocionado de las matemáticas». «Mi gran tristeza es que exista la confusión, aunque yo la estoy defendiendo continuamente», recalca. «Yo siempre camino detrás de los poetas», añade como si se tratara de una explicación.Para él, milenio no está determinado por Internet ni por la caída del las Torres Gemelas, «dos fenómenos sin mucha trascendencia», sino «la posibilidad de que un ser humano dé vida a otro ser humano sin posibilidad de órganos ni esperma..., algo que quizá parezca terrible en un primer momento».Por hablar, habló también de libros, «que siguen teniendo un prestigio tan grande que nada tienen que temer de Internet». «Es grave que se hayan levantado voces contra los blog. He escrito una carta abierta al mayor novelista, por número de ejemplares vendidos, que existe, John Updike, que significa, más o menos, viva las tortilleras, que asistió a un congreso de editores y protestó, enfadadísimo contra los blog. El libro y el autor están santificados mientras que el blogista es un mártir cotidiano, un mártir pánico y efímero. Ya no tenemos historiadores sino generadores de historias y estos generadores son los blogistas. El sacrificio de mantener un blog es tan grande que muchos de ellos abandonan en este mundo de degradación moral en el cual éxito sólo está destinado a dos categorías de personas: los famosos y los ricos».Gran imitador«Yo nunca he tenido ningún éxito», añade y pone voz como de duquesa -en realidad es una delirante imitación- para explicar que esa señora rubia y grande de España le dijo que le admiraba mucho y que le «encantaban todos mis discos». «En España me invitan por estrafalario y en el extranjero por algo aún más curioso: he pertenecido a varios de esos trenes que atraviesan fronteras como el teatro de vanguardia, el surrealismo y la patafísica. Las grandes locomotoras de esos trenes han muerto y a mí me invitan porque no pueden invitar a Beckett, Breton o Jarry». Una rara lluviaPero Arrabal no se considera un superviviente porque «he pasado de refilón» por esos movimientos. «Yo estuve en el grupo surrealista, entre vacas sagradas con el rabo entre las piernas, sin darme cuenta de que en realidad se trataba de un partido trosquista», argumenta el autor de La piedra de la locura, que ayer se paseaba por Murcia con su último recién editado libro: Diccionario Pánico. Por cierto, mientras Arrabal se paseaba bajo el sol, comenzó a llover en una rara tormenta sin nubes, todo como arrabalianas «calaveras fluorescentes». Por las calles de Murcia paseaba, feliz, con su mujer -«con la que fui casto durante treinta años, lo que nos ha convertido en una pareja modélica». En su Diccionario Pánico escribe: «Periodista: la desagradecida descarada dijo: Escribo en mi periódico porque es la única forma de leerlo sin aburrirme, y tan largamente porque me pagan por columna de alumna».